miércoles, 31 de diciembre de 2014

FELIZ 2015!



Existe una palabra en japonés, “aware”, que describe la sensibilidad o capacidad de sorprenderse o conmoverse, de sentir cierta melancolía o cierta tristeza ante lo efímero. El término original hace referencia a los momentos fugaces de la vida, a que las cosas bellas lo son más por el simple hecho de ser perecederas.  Me parece un concepto más que apropiado para la fotografía conservacionista y de naturaleza en estos tiempos que corren. El patrimonio natural que nos rodea desaparece a un ritmo más que alarmante. Trabajo en diversos proyectos en los que veo selvas quemarse, talarse o simplemente arrasarse. Las mismas selvas en las que anteriormente he fotografiado aves, insectos o monos, muchos de ellos endémicos, y que posiblemente hayan muerto junto con el hábitat en que vivían. Cada vez más la naturaleza me parece efímera en sí misma debido a la insostenible actividad humana. A menudo, cuando pienso en ello, llego a sentir nostalgia de cosas que no he vivido y de lugares que no conozco y que, en algunos casos, ya no podré conocer jamás. Así pues, no puedo evitar sentirme en la obligación moral de luchar en nombre de esta naturaleza a la que pertenecemos, a la que nos debemos y a la que, sin embargo, no respetamos. Para ello, la fotografía me parece una herramienta poderosa, pues ningún otro medio casa tan bien con este concepto de “aware”. Tomamos un instante efímero y lo atesoramos para siempre, para que permanezca después de desaparecer y poder conservarlo eternamente.

He observado el poder de la fotografía. He visto como llega a remover sentimientos y a despertar conciencias. Soy un firme creyente de que, bien utilizadas, las fotografías pueden tener una gran repercusión.

Los que acostumbráis a recibir estas felicitaciones sabéis que acostumbro a hablar en ellas de fotografía o de viajes, y trato de transmitiros y contagiaros el disfrute que ello nos produce a muchos. Sin embargo, esta vez, querría ir un paso más allá. Querría haceros saber que está en vuestras manos, con vuestras fotos, con vuestras palabras y con vuestras experiencias, el transmitir que hace falta un mundo mejor. Así que os animo a ser críticos con vuestras fotos y con vuestra obra. A buscar un fin al esfuerzo que a menudo conlleva obtenerlas. Vuestras imágenes son testimonio del mundo de hoy, son pruebas de los valores que se deben conservar y de las acciones que se deben evitar. Usadlas, son eficaces, más quizás de lo que creéis. 

Cambiando de tercio, personalmente, este año que ahora termina he disfrutado mucho de mi trabajo y de mi tiempo en la naturaleza. Volviendo a las palabras intraducibles de otros idiomas, existe una en alemán que me gusta especialmente: Waldeinsamkeit. Expresa el sentimiento de sentirse solo en el bosque y en conexión con la naturaleza. Es una sensación tan maravillosa que me sorprende que una palabra así no exista en todos los idiomas. Mi waldeinsamkeit particular de este año me ha llevado a fotografiar auroras boreales entre estrellas en el polo norte, volcanes en erupción en Italia o fascinante fauna endémica en Madagascar entre muchas otras cosas y destinos.
Quiero animaros a experimentar el Waldeinsamkeit, a sentir la naturaleza y a retratarla con vuestra cámara. Os invito a explicar esta sensación a todo el mundo, porque cuanta más gente pueda sentirla más cerca estaremos de lograr el ansiado respeto por nuestra querida naturaleza.

Haciendo balance del año que termina, para mí, este 2014 ha sido un año lleno de nuevos retos y emociones. He crecido personal y profesionalmente. He visitado nuevos destinos y conocido nuevas culturas. He fotografiado varios países en diversos continentes y he podido disfrutar de nuevas experiencias fotográficas. Hemos realizado muy exitosamente el postgrado de fotografía de La Salle que dirijo, y con el que todos hemos disfrutado mucho. He colaborado en varios proyectos conservacionistas que empiezan a dar sus frutos y he alcanzado nuevos logros profesionales que se ven satisfechos por la alegría del esfuerzo cumplido. A toda la gente que seguís mi trabajo no puedo más que expresaros mi más profundo agradecimiento. Como fotógrafo, es realmente gratificante sentir que la labor realizada con gran dedicación y esfuerzo es apreciada y valorada. Sin embargo, más allá de toda satisfacción profesional, yace el privilegio de haber tenido la suerte de compartir grandes momento con muchos de vosotros.

Tan solo me queda desearos una feliz entrada a este nuevo año 2015, que seguro que nos traerá nuevas experiencias y aventuras.


Un abrazo

jueves, 27 de noviembre de 2014

Mariposas gigantes, comunidades locales y bosques que se queman

En mi última crónica os ponía al día de mi, por aquel entonces, recién iniciada colaboración con la Universidad de Helsinki en Ranomafana. Sigo trabajando con ellos y los últimos días los hemos pasado acampados en la zona limítrofe del Parque Nacional. El objetivo era recolectar datos sobre la biodiversidad de la zona y compararlos con datos obtenidos en la campaña anterior realizada en el interior del parque nacional. Además, se añade a esta parte del estudio la recolección de datos a partir del conocimiento de la biodiversidad de las comunidades locales. Se trata de un tema interesantísimo llevado a cabo por el investigador Álvaro Fernández-Llamazares y que permite recolectar datos con significación estadística a partir de entrevistas y otros métodos de recolección de información en las comunidades. No quiero extenderme aquí con este tema, pero es algo que me ha fascinado. Objetivos del estudio a parte, la interacción con las comunidades locales moderadamente aisladas es siempre algo estimulante. En la zona del estudio y en la comunidad no pueden llegar los coches, así que el acceso lo hicimos a pié durante varias horas y, debido a la inmensa cantidad de material necesario para la realización del estudio y la manutención del equipo durante una semana, acompañados de 50 porteadores… (recordad que, si queréis, podéis hacer click en las imágenes que más os gusten para verlas más grandes)



Volviendo a las comunidades, aquí os dejo algunas fotos de, por ejemplo, la reunión inicial en que se pidió formalmente permiso al rey (así se autodenomina el líder de la comunidad) para la recolección de datos en los bosques circundantes y para la interacción con la propia comunidad. Todo fluyó correcta y amigablemente y se nos dió permiso a todo, con las excepciones de rigor, como, por ejemplo, la prohibición de adentrarse en algunos de los bosques de noche o de recolectar nada en alguno de ellos por ser sagrados. Este tipo de supersticiones son algo común en Madagascar, reciben el nombre colectivo de fadys y son parte intrínseca de la cultura malgache.










La vida en el campamente transcurrió felizmente. Se trabajaba duro y se disfrutaba a partes iguales y, aunque no había lujos, la presencia de un rio que permitía incluso nadar se agradecía y proporcionaba agradables descansos.

Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. No hace falta recurrir a la estadística para comprobar que el impacto en la biodiversidad es grande y las diferencias dentro y fuera del Parque Nacional son notables. Para más inri, cada noche disfrutamos de tremendos incendios que expoliaban más y más terreno al bosque. Esta práctica, roza y quema, se conoce aquí como Tavy, y tiene doble función: Por un lado, proporciona terrenos a la agricultura a corto plazo (en pocos años esos terrenos quedan inservibles) y por otro lado satisface la superstición local de que los dioses enviaran lluvia para apagar los fuegos. Como podéis ver en las fotos, se trata de un espectáculo terrible que, a veces, ocurría preocupantemente cerca de donde acampábamos.






Durante estos días me he dedicado a reportar todo esto que os cuento, pero he también he dispuesto de algún tiempo libre para tomar algunas fotos de paisajes, gentes y animales.
Especialmente bonita me pareció la Comet moth, una mariposa nocturna de descomunales dimensiones y exagerados colores que no es difícil de ver por estos lares, aunque no por ello deja de ser menos espectacular. También los famosísimos lémures cata o los bonitos tejedores, que construyen espectaculares y elaboradísimos nidos colgantes en tan solo tres días de intenso trabajo.














Ahora mismo acabo estas líneas en el avión de vuelta. Rememorando momentos y haciendo recuento de las experiencias vividas en estas cuatro semanas en Madagascar. Me quedo con su extraña y espectacular biodiversidad en los lugares en los que aun se preserva, con la amabilidad de sus gentes, con los largos (y a veces duros) paseos por la selva, con mi tiempo en ValBio con la gente de la Universidad de Helsinki, con mis charlas sobre primates por el bosque con Patricia Wright pero, sobretodo, con las fantásticas personas encontradas en el camino. Vosotros, los aludidos, sabéis quienes sois, aunque la mayoría probablemente no entenderéis estas palabras en castellano…

Para acabar estas crónicas os dejo la última foto que tomé, en mi última mañana en el bosque, y en la que la caprichosa naturaleza decidió deleitarme con un amanecer entre nieblas: mis preferidos en la selva y que ahora hacía días que no veía. Ha sido su regalo de despedida.



Finalmente me despido agradeciendo a todos aquellos que os habéis tomado el tiempo de leer algunas de estas crónicas (o todas) y que habéis compartido vuestras opiniones. Es un verdadero placer compartir estas experiencias con vosotros y leer vuestros comentarios. Espero que os haya podido transmitir, un poco al menos, el devenir del viaje. Aprovecho también para comunicaros, por si fuese de vuestro interés, que en el número de diciembre de National Geographic aparece una foto mía y una noticia, haciendo referencia a las fotos y esfuerzos de conservación llevados a cabos con los tarseros de indonesia y filipinas en colaboración con la universidad de Kansas. 

viernes, 21 de noviembre de 2014

Entre baobabs milenarios y estaciones biológicas super modernas

En mi última crónica os contaba que Madagascar no es, en general, el paradigma de lo que acostumbramos a imaginar al pensar en el África central.
Sin embargo, el viajero puede reconciliarse con la África más icónica visitando los bosques de baobabs que rodean Morondava. Allí me encaminé pasados mis días con el Fosa en Kirindi. Los escénicos baobabs se alzan majestuosamente entre los bosques y los pastos de esta región de la isla. En algunas zonas, se concentran de forma especialmente abundante, como en la conocida avenida de los baobabs, donde varios de estos mastodontes milenarios se postran a lado y lado de una pista de tierra rojiza. Cuentan las leyendas malgaches que dios castigó a estos árboles poniéndoles del revés, enterrando sus copas en las tierra y dejando sus raíces al aire. Leyendas a parte, los baobab, con su particular porte, logran transmitir un misticismo o un algo especial que parece hacer mella tanto entre los malgaches como entre los visitantes que los observan embelesados. Quizás las acacias de las sabanas centroafricanas sean el árbol más emblemático del continente, pero sin duda la contemplación de los baobab desprende un intenso sabor a África. (Podéis hacer click en las fotos para verlas en grande)










Por lo demás, Morondava es una agradable población costera del oeste malgache, de personas amables y donde la vida transcurre plácidamente. La actividad principal de sus gentes es la pesca y la construcción de barcos y les gusta dedidar el tiempo libre, como en toda el país, al dominó y a la petanca.






Finalizados mis días en Morondava me dirigí a Ambositra, una encantadora y pequeña ciudad donde descansar un día de camino a mi siguiente destino. Alejada de las masas y de los circuitos turísticos, Ambositra desprende un aire colonial que hace revivir pasajes de tantas novelas ambientadas en aquellas épocas.




Tan solo un día disfruté de Ambositra. Se trataba solo de una parada en el camino hacia Ranomafana, uno de los espacios naturales más importantes de la isla.
Hacia allí fui al tener el placer de haber sido invitado por la Universidad de Helsinki para colaborar en unos workshops y con los científicos de dicha universidad que trabajan en el parque. Ahora escribo estas líneas desde ValBio, una de las estaciones biológicas más importantes del trópico y una de las más espectaculares que yo haya visto hasta la fecha. Pasaré el resto de mi viaje aquí (en la estación o de expedición con la universidad) dando algunas clases y reportando el trabajo de campo que se realiza. Mi acogida ha sido muy buena y el grupo de investigadores y profesores son unas personas estupendas que me han hecho muy fácil la incorporación al grupo. He dado algunas charlas sobre fotografía y conservación y sobre técnicas de fotografía aplicadas a la investigación biológica. 




Trabajar con científicos y en investigación siempre me resulta motivador, sin embargo, mi ratio de fotos, inevitablemente, ha disminuido: el trabajo en ValBio me obliga a pasar algunos ratos delante del ordenador. Aún así he de confesar que he pasado horas de ordenador en lugares peores…




Durante estos días en ValBio he colaborado también con Patricia Wright, una de las primatólogas más importantes del mundo y una gran activista de la conservación. He reportado su trabajo con sifakas en Ranomafana y ha sido un placer compartir paseo y charlas con ella por el bosque o en la estación biológica. Actualmente realizan un importante seguimiento de algunas poblaciones mediante la colocación de radiocollares, momento en que se aprovecha también para analizar el estado de salud de los individuos capturados para detectar posibles enfermedades o carencias.